Vejez (2021)

Pensar en este, como en muchos otros, es entrar siempre en conflicto con la opinión y postura de otros. Es tener que escuchar puntos de vista que muchas veces están mediados por contenidos mediáticos o preconceptos heredados familiarmente. Lo interesante es que muchas personas que tienen una opinión formada respecto de la vejez no son viejos. O creen que lo son porque han entrado al sistema adulto de trabajo-familia-endeudamiento. Si así fuera, la gente sería vieja desde los 18 años. Si ese fuera el único argumento. Creo que hay otros pero quiero traer a colación uno en especial.

Ser “come-años” es ser una persona que puede insertarse en la siguiente generación sin que las personas que la componen descubran que uno ya no hace parte de ese mundo. ¿Cómo o por qué? Quizás por actitudes, maneras de hablar, porque se es soltero y sin hijos, porque uno “se ve” joven. ¿Cómo es eso? Es una mezcla de apariencias y prejuicios que cuando entran en contacto se configura lo que podemos llamar una persona joven. Si la persona que me acompaña se parece a mí en términos de actitudes, de manera de pensar y de cierta medida en lo físico, puedo decir de esa persona que hace parte de mi generación. Pero, los jóvenes, y así los descubrimos, no son capaces de reconocer teniéndolo al frente a una persona que les puede llevar fácilmente diez o quince años, menos cuando emula sus maneras y formas de expresarse. Solamente cuando se acentúan las diferencias físicas es cuando se empieza a abrir la brecha generacional.

Esa apertura es inevitable, como ya sabrán. El desgaste del cuerpo, su paso por el mundo, ajarse, secarse, arruinarse. En el justo momento en que eso sucede, es que efectivamente se entra en la vejez. Porque esa nueva generación te ve como alguien que está robando aire, como alguien que es anticuado, que tiene una visión conservadora del mundo, es alguien que está de salida. Es una persona que se pone en otros lugares, casi pedestales, para bien o para mal, y se aleja, se empuja hacia los acantilados del final de los días. Debe cumplir, entonces, con ciertos requisitos:

-Debe ser padre o abuelo.

-Debe estar arrugado, canoso, medio calvo, gordo.

-Debe sentir dolores constantes.

-Debe tener deudas.

-Debe renunciar a su individualidad.

-Debe caminar lento.

-Debe quejarse por todo.

-Debe no entender “a los jóvenes”.

-Debe respetar los valores tradicionales (sean los que en su momento manden).

-Debe ser religioso.

-Debe repensar su sentido de la vida y debe abandonar los vicios.

-Debe velar por los demás.

-Debe tener propiedades.

-Debe vestir de acuerdo con la edad.

-Debe juntarse con los suyos.

Esta lista se puede extender mucho más pero he querido mencionar aspectos que me han dicho o que he escuchado que “los jóvenes” dicen acerca de los “viejos”. Los jóvenes siempre buscan romper con la generación anterior, quieren acabar con las formas previas para instaurar el reino eterno de la juventud. Hasta que se les acaba la juventud y buscan el cálido refugio de las tradiciones conservadoras. Los jóvenes piensan que serán eternamente jóvenes. Hay quienes presionan por muchos medios obteniendo catastróficos resultados. Yo a los 20 años entendí que la vejez llegaría en algún momento. Lo que nunca me puse a pensar es en qué momento o a qué edad llegaría. Bueno, lo estoy descubriendo. La vejez, en el caso particular, comienza a los 44. Pude robarle tiempo al tiempo lo más que pude. Pero ya es imposible. De acá en adelante es el inicio del camino hacia la podredumbre, la descomposición, la ruina, el fin. Es ver la mirada de los jóvenes cómo te juzgan como el moho de la humedad que ocupa espacio y que no debería estar ahí. Es la necesidad de supresión pero al tiempo es la necesidad de su presencia porque “sabe un poco más”, para quienes esto es relevante. Es, ante todo, el punto en el que la siguiente generación se burla de su flacidez, de su ingenuidad, de su precariedad, de su ilusión de beber de las mieles de lo joven. Y lo saben y se esforzarán en ridiculizar a los viejos porque hace parte de los actos de desprendimiento de lo que ya no sirve.

De ese punto en adelante es supervivencia u ocaso.

Es empujar para que haya un poco de espacio ganado a pulso en medio de la alevosía juvenil.

Es robar aire a esos cuerpos núbiles que todo lo desean.

Es reclamar únicamente por haber vivido el doble que otros.

Es aguantar humillaciones y vejaciones.

Es ser considerado estorbo.

Es ser un cuerpo asexuado.

Es adentrarme en los oscuros terrenos de la vejez.

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